Fue, después del famoso Rómulo, el segundo ``padre de la patria´´. Un título bien merecido.
Roma había sido ocupada por los galos y bárbaros llegados del norte. Su jefe, un bravucón llamado Brenno, mandó colocar una balanza en el foro y pretendía que los asustados romanos la llenaran de oro. Camilo, que había reunido al ejército disperso, lanzó el desafío. ``¡Roma se conquista con el hierro, no con el oro!´´. Lo nombraron dictador y derrotó al enemigo.
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