El navio

viernes, 25 de mayo de 2012

No tengas miedo, joven español


¿Y mi opinión?... que me cago en las bocas de todos los perroflautas y republicanos de los cojones.

viernes, 4 de mayo de 2012

Nueva sección: PILINGUIS en tattos

Estimados amigos, como ya dijimos hace unas semanas, dedicaríamos una sección específica a esas chicas ligeras de ropa cuyas fotos se prestan a la vista de cualquiera. Además explicaros, que cada vez que usemos y publiquemos esta sección, las pilinguis que salgan deben adecuarse al tema que ajustemos, que en este caso, hoy será ``tattos´´. Sin más, desearos una feliz visión y que las manos estén donde se puedan ver. Un saludo gente.







Y aquí se acaba, que si no, le quito el curro a Torbe y a su equipo... ¡¡Hasta la vista, pajilleros!!

Música



miércoles, 2 de mayo de 2012

Héroes del 2 de mayo



Hoy, 2 de mayo de 2012, se cumplen 204 años del levantamiento más valiente y feroz de la historia de nuestro país. No puedo dejar escapar la ocasión de narrar algo sobre lo acontecido este día en las calles de Madrid, como por ejemplo, de los hechos históricos sobre como ocurrió todo, frases de algún libro... pero no creo que rinda el suficiente homenaje a aquellos héroes que dejaron su vida con valentía por defender sus cultivos y su familia. Por ello, he decidido hablar sobre aquellos personajes que impulsaron esa revuelta y que movieron a centenares de personas a coger sus cuchillos y acabar con la vida de aquellos invasores. Dicho esto, empecemos pues:


- Luís Daoiz -





Tras su traslado a Madrid, pudo presenciar la llegada de las tropas francesas a la ciudad a finales de abril de 1808 al mando de Joaquín Murat. La presencia de gran número de soldados franceses en la ciudad produjo varios incidentes, por lo que la Junta de Madrid y las autoridades militares españolas negociaron con las autoridades francesas que los soldados no molestaran a los vecinos y los tranquilizaran asegurando que los miembros del ejército francés eran aliados. Fernando de la Vera, gobernador militar de Madrid, dio la orden de que las tropas españolas debían mantenerse en sus cuarteles para evitar altercados con las tropas francesas.
Viendo el cariz que tomaba la presencia de los franceses en España, planeó con Pedro Velarde un alzamiento general, que fracasó por no contar con el apoyo del gobierno. Tras algunos incidentes ocurridos entre soldados franceses y vecinos el día 1 de mayo, Murat ordenó el 2 de mayo a sus tropas salir de los cuarteles y ocupar los principales puestos, palacios y cuarteles de la ciudad para controlarla plenamente. Cuando se produjeron los primeros ataques de los soldados imperiales contra el pueblo madrileño, Luis Daoíz se encontraba al mando del Parque de Artillería de Monteleón, con cuatro oficiales, tres suboficiales y 10 soldados como única guarnición. En el cuartel se hallaba un destacamento de 80 soldados franceses enviados por Murat para comprobar que no se fabricara más munición de la habitual.
Tras una tensa conversación entre Daoíz y Velarde, el primero se debatió entre obedecer las órdenes de acuartelarse y las demandas de su compañero de luchar contra los franceses, y ambos optaron por proveer de armas al pueblo y aprestarse a la defensa del parque. Velarde organizó la defensa del parque con unos 120 paisanos y los soldados de infantería y artillería, distribuidos en secciones al mando de oficiales. Daoíz se situó en la puerta del parque dirigiendo una batería de cuatro cañones, municionados con botes de metralla, y manejada por oficiales y paisanos. Gracias a la disposición de dicha batería lograron frenar las diferentes cargas de la infantería francesa, causándoles cuantiosas bajas, la cual pretendía tomar el parque por las aledañas calles de Fuencarral y San Bernardo.
La lucha en este cuartel duró unas tres horas. Pero combatían frente a fuerzas diez veces superiores y las municiones empezaron a escasear. Murat envió al general Joseph Lagrange para vencer la resistencia del parque con tropas de caballería e infantería reforzadas con cuatro cañones, pero fueron rechazadas nuevamente por la batería de la puerta del parque y las descargas de fusilería de los soldados y los paisanos situados en los muros, dirigidos por Velarde. Lagrange llegó a reunir 2.000 infantes para el asalto definitivo al parque.
Aunque herido en un muslo, Daoíz intentó seguir la defensa del parque, por lo que recibió varias heridas de bayoneta cuando luchaba con su sable junto a los cañones de la entrada. Daoíz fue trasladado extremadamente grave a su casa por algunos soldados, donde falleció ese mismo día. Los oficiales Pedro Velarde y el teniente Jacinto Ruiz, que le acompañaron en la lucha, también murieron en la defensa: el cántabro Velarde allí mismo y Ruiz unos meses más tarde en Extremadura a consecuencia de las heridas que recibió. Daoíz fue enterrado en la iglesia de San Martín esa misma noche junto a Velarde y otros soldados españoles.

- Pedro Velarde -


Tras el fracaso de su plan de levantamiento general urdido con Luis Daoíz, ya en 1808, Velarde siguió en su destino hasta que, en la mañana del dos de mayo, al escuchar los primeros disparos, lo abandonó exclamando:

Es preciso batirnos; es preciso morir; vamos a batirnos con los franceses.

Se dirigió al Parque de Artillería de Monteleón, en el que desarmó a la guardia francesa que vigilaba que los españoles no fabricaran más munición de la normal, convenció a Daoíz de que era necesario dar armas al pueblo y entre ambos prepararon la defensa del cuartel.
Cuando Daoíz ya había caído, Velarde fue mortalmente herido por un disparo a quemarropa de un oficial de la Guardia Noble polaca. Velarde fue enterrado en la iglesia de San Martín esa misma noche junto a Daoíz y otros soldados españoles.

- Manuela Malasaña -


Las circunstancias de su muerte son discutidas. Según una versión de los hechos, a imagen de otras jóvenes, se incorporó a la defensa del Parque de Artillería de Monteleón, situado en la posteriormente bautizada como Plaza del 2 de mayo, liderada por los oficiales Luis Daoíz y Pedro Velarde, facilitando el suministro de pólvora y municiones.1 Según otras versiones, Malasaña habría quedado en su taller al abrigo de la lucha, pero al cruzarse con una patrulla de soldados franceses, estos habrían intendo abusar de ella mientras le registraban, y al defenderse, habría dejado al descubierto las tijeras propias de su profesión que en ese momento portaba. Acusada entonces de ocultar un "arma", fue ejecutada y su cuerpo registrado con el nº 74 en la relación de 409 víctimas que se conserva en los archivos militares y municipales de Madrid, estudiados en 1908.
Fue enterrada en el Hospital de la Buena Dicha, en la calle de Silva, que había sido fundado en 1594 y que acogía a la gente pobre. En este lugar fueron atendidos muchos de los heridos en este día del 2 de mayo y enterrados muchos de los caídos.
Manuela debía ser famosa en su barrio por su juventud y simpatía, y el hecho de morir tan joven y entregando su vida a la causa de la libertad hizo que se creara en torno a su memoria una gran leyenda de heroína. Madrid dedicó a su memoria un barrio: el barrio de Malasaña. Asimismo, en Madrid, cerca de la calle donde vivía (San Andrés), se encuentra la calle con su mismo nombre. Móstoles le dedicó tiempo después una calle y una estación de metro en la Línea 12.

- Clara del Rey -


Estuvo animando y ayudando a los defensores junto a su marido y tres hijos. Parece ser que murió por la metralla de una bala de cañón que le alcanzó en la frente. Clara del Rey figura entre las víctimas del 2 de mayo identificadas en el Archivo Municipal de Madrid, donde consta que "deja dos hijos solteros", por lo que es de suponer que en el Parque de artillería Monteleón también murieron su marido y uno de sus hijos.
Fue enterrada en el cementerio de la Buena Dicha, situado en el hospital del mismo nombre, hoy en día desaparecido y que estaba ubicado en las proximidades de la Gran Vía de Madrid, entre las calles Libreros y Silva. En la fachada de la iglesia de la Buena Dicha (C/Silva,25) tiene Clara del Rey una lápida conmemorativa. Madrid dedicó a su memoria una calle.


- Agustina de Aragón - 


Agustina se casó a los 16 años con Joan Roca i Vilaseca, cabo de artillería, el 17 de abril de 1803. Su marido participó desde el principio en la Guerra de la Independencia Española, tomando parte en la batalla del Bruch. Los acontecimientos de la guerra los llevaron a él y a Agustina a Zaragoza.
Durante el asedio de esta ciudad, Agustina llevó a cabo la acción que la hizo célebre. Tras haber caído heridos o muertos todos los defensores de la puerta llamada del Portillo, las tropas francesas se aprestaron a tomarla al asalto. Agustina, que llevaba la comida a su marido, tomando la mecha de manos de un artillero herido consiguió disparar un cañón sobre las tropas francesas que corrían sobre la entrada. Dice la leyenda que los asaltantes franceses, temiendo una emboscada, se batieron en retirada, y nuevos defensores acudieron a tapar el boquete, defendiéndose la ciudad una vez más.
Había nacido el mito de Agustina de Aragón o La Artillera, nombre que se le dio a partir de entonces a la mujer, que, en un momento en que eran tan necesarios los ejemplos de heroísmo, pasó a ocupar un lugar destacado en las páginas de los libros de historia de España.
Nuevamente la leyenda cuenta que, enterado el general Palafox de tal hazaña, mandó llamar a la joven y allí mismo, sobre el campo de batalla, la felicitó y concedió el distintivo de subteniente con el uso de los escudos de distinción con el lema de cada uno de ellos: "Defensora de Zaragoza" y "Recompensa del valor y patriotismo". La realidad es algo más sobria: Palafox efectivamente admitió a Agustina dentro del cuerpo de artilleros, pero como artillero raso. Probablemente el nombramiento tenía tanto de práctico como de honorífico: la pertenencia al cuerpo de artilleros proporcionaba a Agustina el derecho a comer del rancho de los soldados, lo que no era desdeñable en una ciudad sitiada. Posteriormente, sin embargo, Agustina conseguiría sucesivamente los galones de Sargento y de Subteniente.1
A pesar de haber salido airosa de su gesta, Agustina no cesó en su empeño de defender su ciudad de los franceses y participó activamente en la defensa de otros sitios de Zaragoza. El 21 de febrero de 1809 y tras dos meses de frenética resistencia, la ciudad maña no pudo aguantar la presión de las tropas napoleónica y cayó irremediablemente. Agustina fue tomada prisionera y liberada en un canje. Recorrió gran parte de España como animadora de los ejércitos, donde su gesta se había hecho muy conocida.

- Martín Díez -

Llamado El Empecinado (Castrillo de Duero, Valladolid, 5 de septiembre de 1775 - Roa, Burgos, 20 de agosto de 1825), fue un militar español, héroe de la Guerra de la Independencia española en la que participó como jefe de una de las guerrillas legendarias que derrotaron repetidas veces al ejercito napoleónico. Su figura fue tratada por Benito Pérez Galdós en los Episodios Nacionales como uno de los más interesantes capítulos del escritor canario.
En 1796 se casó con Catalina de la Fuente, natural de Fuentecén (Burgos) y en este pueblo se instaló como labriego hasta la ocupación de España por el ejército de Napoleón en 1808, suceso que le decidió a combatir a los invasores. Se cuenta que la decisión la tomó a raíz de un hecho sucedido en su pueblo: una muchacha fue violada por un soldado francés al que Juan Martín dio muerte después.
A partir de este suceso, organizó una partida de guerrilleros compuesta por amigos y miembros de su propia familia. Al principio su lugar de acción estaba en la ruta entre Madrid y Burgos. Más tarde combatió con el ejército español en los inicios de la Guerra de la Independencia Española: en el puente de Cabezón de Pisuerga (Valladolid) el 12 de junio de 1808; y en Medina de Rioseco (Valladolid), batalla que se libró el 14 de julio de ese mismo año. Fueron estas batallas perdidas y en campo abierto las que le hicieron pensar que obtendría mejores resultados con el sistema de guerrillas y así comenzó con éxito sus acciones bélicas en Aranda de Duero, Sepúlveda, Pedraza y toda la cuenca del río Duero.
En 1809 fue nombrado capitán de caballería. En la primavera de ese mismo año su campo de acción se extiende por las sierras de Gredos, Ávila y Salamanca, para seguir después por las provincias de Cuenca y Guadalajara.
El cometido principal de estas guerrillas era dañar las líneas de comunicación y suministro del ejército francés, interceptando correos y mensajes del enemigo y apresando convoyes de víveres, dinero, armas, etc. El daño que se hizo al ejército de Napoleón fue considerable, de tal manera que nombraron al general Joseph Leopold Hugo como «perseguidor en exclusiva» del Empecinado y sus gentes. El general francés, después de intentar su captura sin conseguirlo, optó por detener a la madre del guerrillero y algún familiar más. La reacción de Juan Martín fue endurecer las acciones bélicas y amenazar con el fusilamiento de 100 soldados franceses prisioneros. La madre y los demás fueron puestos en libertad.
En 1810 tuvo que refugiarse en el castillo de la ciudad salmantina de Ciudad Rodrigo (hoy es Parador de Turismo), al que pusieron sitio los soldados franceses.
En 1811 estuvo al mando del regimiento de húsares de Guadalajara y contaba en ese momento con una partida de unos 6.000 hombres.
En 1813, el 22 de mayo, ayudó en la defensa de la ciudad de Alcalá de Henares y en el puente de Zulema, sobre el río Henares venció a un grupo de franceses que le doblaban en número. Más tarde, Fernando VII daría su consentimiento para que la ciudad de Alcalá levantara una pirámide conmemorativa de esta victoria. Pero en 1823, este mismo rey ordenó su destrucción por ser símbolo de un "liberal"; aunque en 1879 los alcalaínos volvieron a levantar otro monumento al Empecinado, al que percibían como su liberador. Dicho monumento ha llegado a nuestros días.
En 1814, Juan Martín es ascendido a Mariscal de Campo, y se gana el derecho a firmar como El Empecinado de forma oficial.




Los caballos del vino y su historia



Una atmósfera mística recorre Caravaca de la Cruz desde hace siglos y la historia de los Caballos del Vino está relacionada, no sólo a la fe del lugar, sino además a los caballeros templarios, defensores del reino cristiano de Jerusalem. La orden de los caballeros templarios se conforma a finales del siglo XII, pero a diferencia de otras órdenes religiosas de la época, la orden de los caballeros templarios tenía un fuerte carácter militar. Expandiéndose por Europa, lograron la construcción de centenares de castillos que hacían las veces de fortalezas, con las que lograban evitar invasiones y saqueos. Un siglo duró la gloria de los caballeros en Europa, cuando en 1307, el rey Felipe IV difama a la orden y la acusa de herejía. Más tarde, acusados por el Papa Clemente V, los caballeros son mandados a la hoguera. Pero fue en España y Portugal donde el espíritu de los templarios no renunció y nuevas órdenes fueron fundadas bajo diversos nombres.
¿Historia? ¿Mito? ¿Relato épico? La leyenda de los Caballos del Vino tiene un poco de las tres. Cuentan los caravaqueños que a finales del siglo XIII, la ciudad de Caravaca de la Cruz estaba protegida por la orden de los templarios.
Los habitantes vivían tranquilamente en el pueblo que rodeaba el castillo, hasta que los moros lograron penetrar el sitio. Los lugareños resistieron pero los moros eran más poderosos y finalmente invadieron la aldea. Muchas personas fallecieron, pero otras pudieron llegar hasta el castillo, que le dio albergue a los desesperados pobladores. Viendo que el pueblo estaba refugiado, los moros implementaron un plan para hacer definitiva la invasión contaminando las aguas que llegaban hasta el castillo.
El plan de los moros devino en una gran epidemia. Cuenta la leyenda que fue entonces cuando un grupo de caballeros decidió salir del castillo. Aunque afuera los moros hacían guardia, los caballeros lograron pasar y alejarse unas leguas hasta un lugar llamado ahora el Campillo de los Caballeros. Allí pudieron llenar de vino unos pellejos que llevaban consigo. El regreso era sumamente complicado, pero aún así sortearon la vigilancia de los moros, entrando triunfales al castillo. El estado de los enfermos era lamentable. Solo se esperaba un milagro.
Cuando llegaron los caballeros, bañaron la reliquia de la Cruz con el vino y luego se lo dieron a los enfermos, rezando por una pronta cura. Fue así como la epidemia comenzó a menguar, y los habitantes sanaron prontamente.