Hoy, 2 de mayo de 2012, se cumplen 204 años del levantamiento más valiente y feroz de la historia de nuestro país. No puedo dejar escapar la ocasión de narrar algo sobre lo acontecido este día en las calles de Madrid, como por ejemplo, de los hechos históricos sobre como ocurrió todo, frases de algún libro... pero no creo que rinda el suficiente homenaje a aquellos héroes que dejaron su vida con valentía por defender sus cultivos y su familia. Por ello, he decidido hablar sobre aquellos personajes que impulsaron esa revuelta y que movieron a centenares de personas a coger sus cuchillos y acabar con la vida de aquellos invasores. Dicho esto, empecemos pues:
- Luís Daoiz -
Tras su traslado a Madrid, pudo presenciar la llegada de las
tropas francesas a la ciudad a finales de abril de 1808 al mando de Joaquín
Murat. La presencia de gran número de soldados franceses en la ciudad produjo
varios incidentes, por lo que la Junta de Madrid y las autoridades militares
españolas negociaron con las autoridades francesas que los soldados no
molestaran a los vecinos y los tranquilizaran asegurando que los miembros del
ejército francés eran aliados. Fernando de la Vera, gobernador militar de
Madrid, dio la orden de que las tropas españolas debían mantenerse en sus cuarteles
para evitar altercados con las tropas francesas.
Viendo el cariz que tomaba la presencia de los franceses en
España, planeó con Pedro Velarde un alzamiento general, que fracasó por no
contar con el apoyo del gobierno. Tras algunos incidentes ocurridos entre
soldados franceses y vecinos el día 1 de mayo, Murat ordenó el 2 de mayo a sus
tropas salir de los cuarteles y ocupar los principales puestos, palacios y
cuarteles de la ciudad para controlarla plenamente. Cuando se produjeron los
primeros ataques de los soldados imperiales contra el pueblo madrileño, Luis
Daoíz se encontraba al mando del Parque de Artillería de Monteleón, con cuatro
oficiales, tres suboficiales y 10 soldados como única guarnición. En el cuartel
se hallaba un destacamento de 80 soldados franceses enviados por Murat para
comprobar que no se fabricara más munición de la habitual.
Tras una tensa conversación entre Daoíz y Velarde, el
primero se debatió entre obedecer las órdenes de acuartelarse y las demandas de
su compañero de luchar contra los franceses, y ambos optaron por proveer de
armas al pueblo y aprestarse a la defensa del parque. Velarde organizó la
defensa del parque con unos 120 paisanos y los soldados de infantería y
artillería, distribuidos en secciones al mando de oficiales. Daoíz se situó en
la puerta del parque dirigiendo una batería de cuatro cañones, municionados con
botes de metralla, y manejada por oficiales y paisanos. Gracias a la
disposición de dicha batería lograron frenar las diferentes cargas de la
infantería francesa, causándoles cuantiosas bajas, la cual pretendía tomar el
parque por las aledañas calles de Fuencarral y San Bernardo.
La lucha en este cuartel duró unas tres horas. Pero
combatían frente a fuerzas diez veces superiores y las municiones empezaron a
escasear. Murat envió al general Joseph Lagrange para vencer la resistencia del
parque con tropas de caballería e infantería reforzadas con cuatro cañones,
pero fueron rechazadas nuevamente por la batería de la puerta del parque y las
descargas de fusilería de los soldados y los paisanos situados en los muros,
dirigidos por Velarde. Lagrange llegó a reunir 2.000 infantes para el asalto
definitivo al parque.
Aunque herido en un muslo, Daoíz intentó seguir la defensa
del parque, por lo que recibió varias heridas de bayoneta cuando luchaba con su
sable junto a los cañones de la entrada. Daoíz fue trasladado extremadamente
grave a su casa por algunos soldados, donde falleció ese mismo día. Los
oficiales Pedro Velarde y el teniente Jacinto Ruiz, que le acompañaron en la
lucha, también murieron en la defensa: el cántabro Velarde allí mismo y Ruiz
unos meses más tarde en Extremadura a consecuencia de las heridas que recibió.
Daoíz fue enterrado en la iglesia de San Martín esa misma noche junto a Velarde
y otros soldados españoles.
- Pedro Velarde -
Tras el fracaso de su plan de levantamiento general urdido
con Luis Daoíz, ya en 1808, Velarde siguió en su destino hasta que, en la
mañana del dos de mayo, al escuchar los primeros disparos, lo abandonó exclamando:
Es preciso batirnos;
es preciso morir; vamos a batirnos con los franceses.
Se dirigió al Parque de Artillería de Monteleón, en el que
desarmó a la guardia francesa que vigilaba que los españoles no fabricaran más
munición de la normal, convenció a Daoíz de que era necesario dar armas al
pueblo y entre ambos prepararon la defensa del cuartel.
Cuando Daoíz ya había caído, Velarde fue mortalmente herido
por un disparo a quemarropa de un oficial de la Guardia Noble polaca. Velarde
fue enterrado en la iglesia de San Martín esa misma noche junto a Daoíz y otros
soldados españoles.
- Manuela Malasaña -
Las circunstancias de su muerte son discutidas. Según una
versión de los hechos, a imagen de otras jóvenes, se incorporó a la defensa del
Parque de Artillería de Monteleón, situado en la posteriormente bautizada como
Plaza del 2 de mayo, liderada por los oficiales Luis Daoíz y Pedro Velarde,
facilitando el suministro de pólvora y municiones.1 Según otras versiones,
Malasaña habría quedado en su taller al abrigo de la lucha, pero al cruzarse
con una patrulla de soldados franceses, estos habrían intendo abusar de ella
mientras le registraban, y al defenderse, habría dejado al descubierto las
tijeras propias de su profesión que en ese momento portaba. Acusada entonces de
ocultar un "arma", fue ejecutada y su cuerpo registrado con el nº 74
en la relación de 409 víctimas que se conserva en los archivos militares y
municipales de Madrid, estudiados en 1908.
Fue enterrada en el Hospital de la Buena Dicha, en la calle
de Silva, que había sido fundado en 1594 y que acogía a la gente pobre. En este
lugar fueron atendidos muchos de los heridos en este día del 2 de mayo y
enterrados muchos de los caídos.
Manuela debía ser famosa en su barrio por su juventud y
simpatía, y el hecho de morir tan joven y entregando su vida a la causa de la
libertad hizo que se creara en torno a su memoria una gran leyenda de heroína.
Madrid dedicó a su memoria un barrio: el barrio de Malasaña. Asimismo, en
Madrid, cerca de la calle donde vivía (San Andrés), se encuentra la calle con
su mismo nombre. Móstoles le dedicó tiempo después una calle y una estación de
metro en la Línea 12.
- Clara del Rey -
Estuvo animando y ayudando a los defensores junto a su
marido y tres hijos. Parece ser que murió por la metralla de una bala de cañón
que le alcanzó en la frente. Clara del Rey figura entre las víctimas del 2 de
mayo identificadas en el Archivo Municipal de Madrid, donde consta que
"deja dos hijos solteros", por lo que es de suponer que en el Parque
de artillería Monteleón también murieron su marido y uno de sus hijos.
Fue enterrada en el cementerio de la Buena Dicha, situado en
el hospital del mismo nombre, hoy en día desaparecido y que estaba ubicado en
las proximidades de la Gran Vía de Madrid, entre las calles Libreros y Silva.
En la fachada de la iglesia de la Buena Dicha (C/Silva,25) tiene Clara del Rey
una lápida conmemorativa. Madrid dedicó a su memoria una calle.
- Agustina de Aragón -
Agustina se casó a los 16 años con Joan Roca i Vilaseca,
cabo de artillería, el 17 de abril de 1803. Su marido participó desde el
principio en la Guerra de la Independencia Española, tomando parte en la
batalla del Bruch. Los acontecimientos de la guerra los llevaron a él y a
Agustina a Zaragoza.
Durante el asedio de esta ciudad, Agustina llevó a cabo la
acción que la hizo célebre. Tras haber caído heridos o muertos todos los
defensores de la puerta llamada del Portillo, las tropas francesas se
aprestaron a tomarla al asalto. Agustina, que llevaba la comida a su marido,
tomando la mecha de manos de un artillero herido consiguió disparar un cañón
sobre las tropas francesas que corrían sobre la entrada. Dice la leyenda que
los asaltantes franceses, temiendo una emboscada, se batieron en retirada, y
nuevos defensores acudieron a tapar el boquete, defendiéndose la ciudad una vez
más.
Había nacido el mito de Agustina de Aragón o La Artillera,
nombre que se le dio a partir de entonces a la mujer, que, en un momento en que
eran tan necesarios los ejemplos de heroísmo, pasó a ocupar un lugar destacado
en las páginas de los libros de historia de España.
Nuevamente la leyenda cuenta que, enterado el general
Palafox de tal hazaña, mandó llamar a la joven y allí mismo, sobre el campo de
batalla, la felicitó y concedió el distintivo de subteniente con el uso de los
escudos de distinción con el lema de cada uno de ellos: "Defensora de
Zaragoza" y "Recompensa del valor y patriotismo". La realidad es
algo más sobria: Palafox efectivamente admitió a Agustina dentro del cuerpo de
artilleros, pero como artillero raso. Probablemente el nombramiento tenía tanto
de práctico como de honorífico: la pertenencia al cuerpo de artilleros
proporcionaba a Agustina el derecho a comer del rancho de los soldados, lo que
no era desdeñable en una ciudad sitiada. Posteriormente, sin embargo, Agustina
conseguiría sucesivamente los galones de Sargento y de Subteniente.1
A pesar de haber salido airosa de su gesta, Agustina no cesó
en su empeño de defender su ciudad de los franceses y participó activamente en
la defensa de otros sitios de Zaragoza. El 21 de febrero de 1809 y tras dos
meses de frenética resistencia, la ciudad maña no pudo aguantar la presión de
las tropas napoleónica y cayó irremediablemente. Agustina fue tomada prisionera
y liberada en un canje. Recorrió gran parte de España como animadora de los
ejércitos, donde su gesta se había hecho muy conocida.
- Martín Díez -
Llamado El Empecinado (Castrillo de Duero, Valladolid, 5 de
septiembre de 1775 - Roa, Burgos, 20 de agosto de 1825), fue un militar
español, héroe de la Guerra de la Independencia española en la que participó
como jefe de una de las guerrillas legendarias que derrotaron repetidas veces
al ejercito napoleónico. Su figura fue tratada por Benito Pérez Galdós en los
Episodios Nacionales como uno de los más interesantes capítulos del escritor
canario.
En 1796 se casó con Catalina de la Fuente, natural de
Fuentecén (Burgos) y en este pueblo se instaló como labriego hasta la ocupación
de España por el ejército de Napoleón en 1808, suceso que le decidió a combatir
a los invasores. Se cuenta que la decisión la tomó a raíz de un hecho sucedido
en su pueblo: una muchacha fue violada por un soldado francés al que Juan
Martín dio muerte después.
A partir de este suceso, organizó una partida de
guerrilleros compuesta por amigos y miembros de su propia familia. Al principio
su lugar de acción estaba en la ruta entre Madrid y Burgos. Más tarde combatió
con el ejército español en los inicios de la Guerra de la Independencia
Española: en el puente de Cabezón de Pisuerga (Valladolid) el 12 de junio de
1808; y en Medina de Rioseco (Valladolid), batalla que se libró el 14 de julio
de ese mismo año. Fueron estas batallas perdidas y en campo abierto las que le
hicieron pensar que obtendría mejores resultados con el sistema de guerrillas y
así comenzó con éxito sus acciones bélicas en Aranda de Duero, Sepúlveda,
Pedraza y toda la cuenca del río Duero.
En 1809 fue nombrado capitán de caballería. En la primavera
de ese mismo año su campo de acción se extiende por las sierras de Gredos,
Ávila y Salamanca, para seguir después por las provincias de Cuenca y
Guadalajara.
El cometido principal de estas guerrillas era dañar las
líneas de comunicación y suministro del ejército francés, interceptando correos
y mensajes del enemigo y apresando convoyes de víveres, dinero, armas, etc. El
daño que se hizo al ejército de Napoleón fue considerable, de tal manera que
nombraron al general Joseph Leopold Hugo como «perseguidor en exclusiva» del
Empecinado y sus gentes. El general francés, después de intentar su captura sin
conseguirlo, optó por detener a la madre del guerrillero y algún familiar más.
La reacción de Juan Martín fue endurecer las acciones bélicas y amenazar con el
fusilamiento de 100 soldados franceses prisioneros. La madre y los demás fueron
puestos en libertad.
En 1810 tuvo que refugiarse en el castillo de la ciudad
salmantina de Ciudad Rodrigo (hoy es Parador de Turismo), al que pusieron sitio
los soldados franceses.
En 1811 estuvo al mando del regimiento de húsares de
Guadalajara y contaba en ese momento con una partida de unos 6.000 hombres.
En 1813, el 22 de mayo, ayudó en la defensa de la ciudad de
Alcalá de Henares y en el puente de Zulema, sobre el río Henares venció a un
grupo de franceses que le doblaban en número. Más tarde, Fernando VII daría su
consentimiento para que la ciudad de Alcalá levantara una pirámide
conmemorativa de esta victoria. Pero en 1823, este mismo rey ordenó su
destrucción por ser símbolo de un "liberal"; aunque en 1879 los
alcalaínos volvieron a levantar otro monumento al Empecinado, al que percibían
como su liberador. Dicho monumento ha llegado a nuestros días.
En 1814, Juan Martín es ascendido a Mariscal de Campo, y se
gana el derecho a firmar como El Empecinado de forma oficial.
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