Una atmósfera mística recorre Caravaca de la Cruz desde hace
siglos y la historia de los Caballos del Vino está relacionada, no sólo a la fe
del lugar, sino además a los caballeros templarios, defensores del reino
cristiano de Jerusalem. La orden de los caballeros templarios se conforma a
finales del siglo XII, pero a diferencia de otras órdenes religiosas de la
época, la orden de los caballeros templarios tenía un fuerte carácter militar.
Expandiéndose por Europa, lograron la construcción de centenares de castillos
que hacían las veces de fortalezas, con las que lograban evitar invasiones y
saqueos. Un siglo duró la gloria de los caballeros en Europa, cuando en 1307,
el rey Felipe IV difama a la orden y la acusa de herejía. Más tarde, acusados
por el Papa Clemente V, los caballeros son mandados a la hoguera. Pero fue en
España y Portugal donde el espíritu de los templarios no renunció y nuevas
órdenes fueron fundadas bajo diversos nombres.
¿Historia? ¿Mito? ¿Relato épico? La leyenda de los Caballos
del Vino tiene un poco de las tres. Cuentan los caravaqueños que a finales del
siglo XIII, la ciudad de Caravaca de la Cruz estaba protegida por la orden de
los templarios.
Los habitantes vivían tranquilamente en el pueblo que
rodeaba el castillo, hasta que los moros lograron penetrar el sitio. Los
lugareños resistieron pero los moros eran más poderosos y finalmente invadieron
la aldea. Muchas personas fallecieron, pero otras pudieron llegar hasta el
castillo, que le dio albergue a los desesperados pobladores. Viendo que el
pueblo estaba refugiado, los moros implementaron un plan para hacer definitiva
la invasión contaminando las aguas que llegaban hasta el castillo.
El plan de los moros devino en una gran epidemia. Cuenta la
leyenda que fue entonces cuando un grupo de caballeros decidió salir del
castillo. Aunque afuera los moros hacían guardia, los caballeros lograron pasar
y alejarse unas leguas hasta un lugar llamado ahora el Campillo de los
Caballeros. Allí pudieron llenar de vino unos pellejos que llevaban consigo. El
regreso era sumamente complicado, pero aún así sortearon la vigilancia de los
moros, entrando triunfales al castillo. El estado de los enfermos era
lamentable. Solo se esperaba un milagro.
Cuando llegaron los caballeros, bañaron la reliquia de la
Cruz con el vino y luego se lo dieron a los enfermos, rezando por una pronta
cura. Fue así como la epidemia comenzó a menguar, y los habitantes sanaron
prontamente.
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