No conocéis el origen de vuestro apellido ni de vuestra familia.
Odiáis vuestra Bandera.
No sabéis qué es lo que pasó en Numancia.
No tenéis ni idea de qué es lo que significa que el primer reino feudal de Europa, el de los suevos, fuese establecido en vuestro territorio.
Desconocéis la memoria de Don Rodrigo.
Despreciáis a los Caídos que, a lo largo de 800 años, dieron su vida para que vuestras madres, vuestras hermanas, vuestras novias, vuestras amigas y vuestras hijas no tuviesen que taparse con un velo ni ser putillas en el harén de algún invasor oriental, mientras vosotros sois esclavizados y pisoteados por un pueblo extranjero de raza diferente.
Negáis la existencia de la Reconquista y del mismo Don Pelayo.
Estáis acomplejados porque El Cid fue uno de los vuestros. De hecho, es que sois tan sumamente ruines, cutres e ingratos que son los americanos y los ingleses los que tienen que haceros películas sobre El Cid.
Sentís una fría y anémica indiferencia cuando contempláis las catedrales góticas de vuestra Nación.
No teníais ni idea de que hombres de vuestra misma sangre conquistaron Italia, entraron en Constantinopla con todos los honores, contribuyeron en la defensa del Imperio Bizantino y de los pueblos eslavos contra las hordas orientales, y pusieron Grecia patas arriba.
Estáis horrorizados de haber sido la Nación que engendró a Isabel la Católica.
Sentís culpabilidad porque expulsamos a los moros.
Sentís culpabilidad porque perseguimos a los judíos.
Estáis acomplejados porque vuestras antepasadas parieron a los gloriosos Tercios de Infantería, máquinas de luchar y de conquistar, los mejores soldados del mundo, que, en inferioridad numérica, dominaron durante siglos los crueles campos de batalla de Europa y América.
Estáis avergonzados de haber puesto fin, en Lepando, Grecia, a la siniestra tiranía del Imperio Otomano sobre el Mediterráneo.
Os fastidia que Pizarro, uno de vuestros compatriotas, junto con tan sólo 30 de vuestros hombres, arrasase un imperio 7 veces mayor que España.
Os lamentáis de la existencia de Hernán Cortés y el Duque de Alba. ¡Ojalá no hubiesen existido!
Sentís vergüenza porque les dimos p’al pelo a los antepasados de quienes ahora vienen aquí con su reggaetón y sus pañuelos a la cabeza con el nudo p’alante.
No sabéis quién era Blas de Lezo ni qué supuso la Batalla de Cartagena de Indias.
Contempláis en la Historia la fanática resistencia guerrillera del Pueblo Español, navaja en mano, pistola en mano, contra la invasión francesa, y vuestro pulso permanece inalterado. Si acaso, os quejáis de que eso os hizo perder una oportunidad de "progreso".
Os da asco la defensa de Cuba y de Filipinas ante Estados Unidos.
Renegáis de vuestros antepasados que cayeron por la grandeza de vuestra Tierra en el Norte de África.
Renegáis de la División Azul y de los miles de hombres de vuestra Raza que dieron la vida voluntariamente en una guerra atroz, furiosa y sanguinaria en los confines de Europa, protegiéndola en cruzada sagrada contra la barbarie judeo-comunista.
Cuando os enteráis de que miembros de la Legión Azul alistados a las SS participaron en la defensa desesperada e idealista del último bastión ario europeo en Berlín frente a la masacre comunista y la manipulación capitalista, meneáis la cabeza en desaprobación.
Cogéis a Franco y depositáis en él todas aquellas cosas que hacen que reneguéis de la Patria.
Nunca os acordáis de vuestros compatriotas que, en Oriente, arriesgan su pellejo por sentimiento del deber, sirviendo a causas injustas.
Aun hoy, cuando veis a vuestros padres, vuestros hermanos, vuestros amigos, vuestros hijos, vuestros maridos o vuestros novios desfilar por el Paseo de la Castellana en un pequeño destello de la pasada gloria de los hombres de España, un escalofrío de antinatural desaprobación recorre vuestra retorcida y sucia columna vertebral.
¿Por qué?...
Porque vuestros antepasados eran rudos, leales, auténticos, duros, toscos, trabajadores, sencillos, austeros, valientes y amantes de su familia y de su Tierra natal.
Porque vuestros abuelos labraban la tierra de Sol a Sol. A los 35 años, se les caían todos los dientes y eran pobres como ratas. Se mataron a trabajar en el campo para facilitar vuestra vida presente, y ahora renegáis de ellos y de su aldea porque están desdentados, porque son pobres, porque tienen la cara curtida por una vida inconmensurablemente dura, porque pasaron miseria y porque su imagen arrugada no es fashion.
Porque vuestros ídolos son Bisbal, Amaral, Izaguirre, Lara Croft y ZP.
Porque vuestras metas son tener gafas de sol de Prada, levantar envidias entre vuestros conocidos, follar, beber, degradaros y hundiros en la materia decadente y putrefacta de un orden social inferior.
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