domingo, 29 de enero de 2012
La importancia de llamarse Emma West.
En 1895, Oscar Wilde, el genial escritor irlandés, publicaba La importancia de llamarse Ernesto, seguramente la obra más conocida de este irrepetible literato junto con su inolvidable Retrato de Dorian Grey. Ernesto es el hermano imaginario del protagonista de la obra John, y también es el recurso literario que usa Wilde para hacer un retrato sobre las encorsetadas costumbres y los agobiantes prejuicios de la moral victoriana en el Reino Unido de finales del siglo XIX.
Hoy nos dicen que Reino Unido no sabe nada de dogmatismos, ni de represiones, la libertad de expresión y pensamiento es la norma general, y no hay temas tabúes ni ideas perseguidas. Pura falacia. Nada más alejado de la realidad, la opresión ideológica y la obligación de comulgar con los valores oficiales es, sin duda, mucho más agobiante, que en la denostada época victoriana. El caso y la vida de Emma West, sirve de ejemplo.
Emma West es una joven trabajadora de clase media-baja. Pertenece a eso que los sociólogos llaman con el nada bonito ni enriquecedor término de “Withe-trash” (basura blanca), término nacido en los Estados Unidos y hoy importado a Europa para referirse a los obreros de raza blanca que por el hecho de serlo están excluidos del sistema de ayudas sociales, destinado a mantener exclusivamente a los inmigrantes “no blancos”; constituyen la parte de la sociedad europea más golpeada por la inmigración, el paro, la inseguridad y la desindustrialización y son los permanentes olvidados de todos los gobiernos que están llevando a Europa occidental al irreversible caos.
A mediados del pasado mes de noviembre, Emma West viajaba con su pequeño hijo en un metro del sur de Londres, lo hacían rodeados de una abrumadora mayoría de inmigrantes extraeuropeos, una situación cada vez más habitual en Londres. La tensión en el vagón del metro era patente y en un momento determinado, Emma empezó a decir en voz alta su opinión sobre la invasión que está sufriendo su país, y las nefastas consecuencias de la avalancha migratoria en suelo británico, a la vez que abrazaba y protegía con fuerza a su pequeño.
Para desgracia para Emma, la escena es filmada por las cámaras del metro. Una brutal campaña de linchamiento, de tintes orwelianos, la filmación se sube a youtube y se señala como el ejemplo del “racismo e intolerancia que anida entre los población blanca británica” (¿pero no estaban todos desbordadamente contentos con la invasión multicultural de sus ciudades, barrios y vagones de metro?). Orquestada desde todos los medios de comunicación y centrales de lo políticamente correcto, la escena es difundida por los grandes periódicos británicos, más de 1.000 noticias al respecto aparecen en diversos medios impresos y digitales, en youtube los comentarios sobre el vídeo llegan a 247.336, todos ellos coinciden en la sentencia: “Emma West es culpable”. Sus defensores abren una página en su apoyo en facebook, que los administradores eliminan rápidamente, por aquello de que la libertad de expresión es sólo para el que exprese lo que debe expresarse.
A los pocos días, la fiscalía británica (tan pasiva para las manifestaciones de integristas islámicos en Londres, Manchester o Birmingham) actúa con toda celeridad, deteniendo a Emma acusándola de “alteración del orden público con el agravante de racismo” y poniendo a su hijo bajo el cuidado de una institución social. Poco antes de navidades el juez determina que siga en prisión “para garantizar su propia seguridad” (¿) y pase encerrada esas entrañables fechas, mientras su hijo las pasará encerrado en una institución social bajo vigilancia especial. Ni siquiera el padre del niño es autorizado a visitarlo durante esos días.
El 3 de enero, asegurándose así que no había “indulto” navideño, se fija una nueva cita. Durante la misma, El Tribunal Croyndon le concede la libertad bajo fianza y le permite volver temporalmente a su casa, con su hijo, con la prohibición expresa de volver a viajar en metro. Durante el juicio, varios militantes y dirigentes del BNP, acuden para apoyar a Emma, el partido identitario británico había lanzado varias campañas de solidaridad con Emma incluyendo envíos masivos de tarjetas de navidad. Para los medios oficiales el BNP es parte de esa “basura blanca” que desearían no existiese.
El mismo Tribunal que la juzga, no da por cerrado el caso y fija para el 17 de febrero una próxima vista, en el que su caso será revisado. Seguiremos de cerca la nueva sentencia y cualquier novedad en el caso de Emma West a la que desde aquí, modestamente, le hacemos llegar toda nuestra solidaridad, y todo nuestro cariñoso apoyo. Hoy todos los europeos somos en parte, Emma West, aunque la mayoría lo sean en silencio.
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