El navio

domingo, 22 de enero de 2012

Cine y del bueno...


En el campo semántico de la Guerra Civil y alrededores en el cine español todo es blanco o negro; el maniqueísmo de cuento infantil es condición sine qua non; los tipismos de nuestro cine histórico exigen, aún hoy, la caricaturización de los "malos" para resaltar las virtudes de los "buenos". En el cine español guerracivilista las fronteras están enfatizadas con fluorescente, eso implica que no retratar a los esbirros del franquismo con cuernos y cola se sale del estándar. Tanto como para que no exista cine que hable desde el otro bando; los complejos ancestrales de nuestra industria vetan la caracterización humana de los vencedores; el cine se arroga una función didáctica en torno a un tabú indiscutible; la realidad desde el otro lado del frente es una verdad incómoda que más vale silenciar.

Alemania lleva algo más de una década exorcizando fantasmas y proyectando, desde el cine, una mirada exenta de prejuicios al pasado. Allí sí derribaron el tabú que impedía reflexionar en tres dimensiones sobre el papel de unos y otros; el nazismo ya no es territorio prohibido. Aquí seguimos como hace treinta años y más allá del Berlanga de turno los franquistas siguen siendo los ogros de cuento que fueron siempre, sin grises, sin preguntas.

Ese es el lastre más pesado del cine histórico nacional ambientado en los aledaños de la Guerra Civil, y probablemente por esoGerardo Herrerono ganará Goyas conSilencio en la nieve. Y no lo hará porque se atreve a escarbar en los desvelos del bando "mal". Las atrocidades perpetradas desde aquel lado están en los libros, y en el cine, pero la humanidad del soldado raso en el bando vencedor está mal vista. Herrero pone su granito de arena para vencer esta ancestral cerrazón y derribar al fin un muro. Su película se infiltra en la aterradora rutina de los sufridos integrantes de la división azul que destrozaron sus vidas y torturaron sus conciencias a treinta grados bajo cero en el invierno perpetuo de la Rusia comunista.

Herrero elude el brochazo político y el cliché de guerra civil buceando en la miseria cotidiana de los voluntarios que se lanzaron al infierno de un frente aún más infame que el doméstico luchando en defensa de los intereses de la Alemania nazi mientras soñaban con el retorno, mantenían correspondencia con sus seres queridos y echaban de menos a sus novias y retoños. En fin, personas, soldados y sufridísimas víctimas de una guerra atroz. Es muy básico, pero es inédito en nuestro cine; los malos también lloraban.

Con todo, y a pesar de la impecable presentación del contexto histórico-político, no distorsionado por segundas y terceras lecturas,Silencio en la nievees un absorbente thriller de serial-killer con regusto conspiranoico. Herrero propone una adaptación modélica que hace del equilibrio su mejor virtud. Hay un drama histórico-bélico que aviva el fuego, el retrato de una amistad de circunstancias impecablemente presentada entre dos militares desencantados que tiempo ha perdieron el hilo del ideal patriótico que los llevó a penar por la nieve rusa, y hay motor y nervio en forma de pesquisa entre la podredumbre, al calor de una contradicción con mucha sustancia; el quebradero de cabeza del alto mando por resolver la muerte violenta de un anónimo soldado raso en una rutina de muerte, entre una montaña de cadáveres sin nombre.

Silencio en la nievese postula como, quizá, la mejor película de Gerardo Herrero hasta la fecha, la más compleja y redonda, la mejor madura. Hay buen material literario como apoyo y una pareja de excelentes actores al mando del aparato, y Herrero no desaprovecha sus bazas.

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