Hace no muchos años, me convencieron de que la moral, la ética y el trabajo constante eran cosa del pasado. Me lo creí.
Hace no muchos años, me dijeron que una descentralización administrativa y política acercaría la burocracia al ciudadano y facilitaría las gestiones. Me lo creí.
Hace no muchos años, me convencieron de que había que estudiar para ser algo en la vida, que si no obtenía una licenciatura, sería un paria social, un ciudadano de segunda. Me lo creí.
Hace no muchos años, me convencieron de que los hijos eran una carga, un estorbo, que no causaban más que gastos. Y me lo creí.
Hace no muchos años, me convencieron de que los inmigrantes nos pagarían las pensiones, al aceptar puestos de trabajo que los españoles "ya no queríamos". Empecé a sospechar algo, pero me lo creí.
Hace no muchos años, me convencieron de que era mucho más rentable vivir del paro que buscarme un trabajo, aunque fuera de picapedrero. Mis sospechas aumentaban, pero me lo volví a creer.
Hace no muchos años, me convencieron de que había que prejubilarse cuanto antes, pero no pasaba nada, porque las pensiones me las iban a pagar los inmigrantes. Yo ya tenía la mosca detrás de la oreja, pero continué creyéndomelo.
Ahora hay 5 millones de parados; no nacen niños, salvo entre los inmigrantes, parasitan las pocas ayudas que quedan; diecisiete taifas se despellejan por arramplar con la pasta del vecino entre una maraña de leyes superpuestas, solapadas y que ultrajan el ordenamiento jurídico; y no tengo subsidio de empleo.
Acepté el euro como un borrego, acepté una convergencia con Europa que destrozó de la noche a la mañana la estructura económica de mi país, acepté que España se dedicara al monocultivo del turismo, voté afirmativamente, sin haberla leído, la Constitución Europea. Me dediqué, como buen español, a verlas venir.
Y vinieron, y de qué manera. Y ahora lloro.
Y, como buen español, no tengo duda alguna: LA CULPA ES DE LOS DEMÁS: de los bancos en los que he metido mi pasta voluntariamente, de los políticos a los que he votado libremente, del Ejército, que defiende mi integridad nacional, de la Iglesia, que defiende unos valores sin poner una sola bomba.
Y por eso lloro, por culpa de los demás.
Hace no muchos años, me dijeron que una descentralización administrativa y política acercaría la burocracia al ciudadano y facilitaría las gestiones. Me lo creí.
Hace no muchos años, me convencieron de que había que estudiar para ser algo en la vida, que si no obtenía una licenciatura, sería un paria social, un ciudadano de segunda. Me lo creí.
Hace no muchos años, me convencieron de que los hijos eran una carga, un estorbo, que no causaban más que gastos. Y me lo creí.
Hace no muchos años, me convencieron de que los inmigrantes nos pagarían las pensiones, al aceptar puestos de trabajo que los españoles "ya no queríamos". Empecé a sospechar algo, pero me lo creí.
Hace no muchos años, me convencieron de que era mucho más rentable vivir del paro que buscarme un trabajo, aunque fuera de picapedrero. Mis sospechas aumentaban, pero me lo volví a creer.
Hace no muchos años, me convencieron de que había que prejubilarse cuanto antes, pero no pasaba nada, porque las pensiones me las iban a pagar los inmigrantes. Yo ya tenía la mosca detrás de la oreja, pero continué creyéndomelo.
Ahora hay 5 millones de parados; no nacen niños, salvo entre los inmigrantes, parasitan las pocas ayudas que quedan; diecisiete taifas se despellejan por arramplar con la pasta del vecino entre una maraña de leyes superpuestas, solapadas y que ultrajan el ordenamiento jurídico; y no tengo subsidio de empleo.
Acepté el euro como un borrego, acepté una convergencia con Europa que destrozó de la noche a la mañana la estructura económica de mi país, acepté que España se dedicara al monocultivo del turismo, voté afirmativamente, sin haberla leído, la Constitución Europea. Me dediqué, como buen español, a verlas venir.
Y vinieron, y de qué manera. Y ahora lloro.
Y, como buen español, no tengo duda alguna: LA CULPA ES DE LOS DEMÁS: de los bancos en los que he metido mi pasta voluntariamente, de los políticos a los que he votado libremente, del Ejército, que defiende mi integridad nacional, de la Iglesia, que defiende unos valores sin poner una sola bomba.
Y por eso lloro, por culpa de los demás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario