El navio

miércoles, 17 de agosto de 2011

Rudolf Hess - 24 años de su muerte -



Hess voló (en solitario) en un bimotor Bf 110 rumbo a Escocia. Logró burlar la vigilancia de las patrullas de la RAF y se lanzó en paracaídas, donde fue hecho prisionero pese a sus alegaciones de que había ido allí para iniciar conversaciones de paz.
Pero la teoría más aceptada y más coherente es que Hess partió como emisario secreto de Hitler para contactar a altos personajes pro-nazis británicos de un posible gobierno futuro, títere del Reich, ya que existían premisas en el gobierno alemán de que el primer ministro británico sir Winston Churchill podía ser derrocado y esto liberaría a Alemania de tener que luchar en dos frentes si se negociaba una paz con los británicos. Otras teorías hablan que Hess fue traicionado e incluso que estaba totalmente confuso por el ocultismo de las teorias de la sociedad de thelema.
Después de su estancia en el Reino Unido, Hess tuvo que ser devuelto a su país al final de la guerra, no en calidad de héroe, sino de criminal de guerra. Fue juzgado en Nuremberg a causa de todas las decisiones que tomó y firmó en su cargo de ministro durante el régimen nazi, siendo condenado a cadena perpetua el 1 de octubre de 1946 y recluido en la prisión de Spandau, en la zona aliada de Berlín.
Hess quedó como único preso de la cárcel de Spandau durante más de 20 años, hasta su muerte. En los años 80, el caso Hess dividió a la opinión pública británica acerca de su posibilidad de excarcelarlo, pero la justicia hizo oídos sordos a estas corrientes de opinión, empecinándose en mantener en prisión a Hess a pesar de los gastos que originaba a la Corona por su manutención e infraestructura carcelaria.
Hess murió repentinamente el 17 de agosto de 1987, a los 93 años de edad. La autopsia determinó que había muerto por estrangulamiento, afirmando que se trataba de un suicidio. La familia dudó de la tesis oficial y encargó una segunda autopsia, que determinó que su muerte fue por asfixia y no por suspensión. El misterio rodeó la muerte de Rudolf Hess, dudándose entre la tesis oficial (el suicidio) o el asesinato.
 La tumba de Hess será destruida y sus restos incinerados y lanzados al mar, según los deseos de sus familiares. Su tumba en el cementerio alemán de Wunsiedel se había convertido en un lugar de continuas manifestaciones. El municipio llegó incluso a prohibir esas concentraciones, pero en 2004 se reunieron hasta 5.000 personas, para rendir un homenaje a Hess.
Al vencer el contrato de arrendamiento, la iglesia en la que Hess ha estado enterrado se negó a prorrogarlo. Tras algunas reticencias por parte de la familia acordaron permitir que sus restos fueran trasladados. Una enigmática inscripción, «Me atrevo», estaba en la tumba de Hess, junto a las fechas de nacimiento y su muerte.
Cada 17 de agosto, día de su muerte, varios grupos organizaban marchas que concluían en Wunsiedel como tributo a su «mártir». Hess nunca trató de ocultar su pasado nazi ni su ideología. El exdirigente alemán fue condenado a cadena perpetua en los Juicios de Núremberg, en los que evitó la pena de muerte por una acción en 1941 en Reino Unido.

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