A partir del 19 de julio de 1936, a los pocos días de la
sublevación militar, tanto el gobierno de José Giral como el general Franco,
entonces responsable del ejército de África, realizaron gestiones simultáneas
en Francia, por una parte, y a través de emisarios en Roma y Berlín, por la
otra, para solicitar apoyo material. Con estas iniciativas dio comienzo la
progresiva internacionalización del conflicto ante la conciencia común de las
carencias en medios y equipamientos militares de ambos bandos para sostener el
esfuerzo bélico.
Al comienzo de la Guerra Civil Española, la situación
política de Francia era confusa, con un gobierno frentepopulista que incluía
entre sus elementos mayoritarios al centrista Partido Radical. Aunque Léon
Blum, como el PCF, pretendió intervenir a favor de la República, los radicales
se opusieron y amenazaron con retirarle su apoyo. A ello se unieron las
advertencias británicas sobre el riesgo de obstruir la política de
apaciguamiento emprendida por el conservador Stanley Baldwin. De tal modo, el
consejo de ministros reunido el 25 de julio de 1936 aprobó la cancelación de
cualquier suministro desde Francia.
En el terreno de las hostilidades, durante los meses de
agosto y septiembre de 1936 las fuerzas sublevadas lograron importantes
avances, consolidando la frontera portuguesa tras las Batalla de Badajoz del 14
de agosto y cerrando de la vascofrancesa, tras la entrada en Irún del 4 de
septiembre de 1936. Este avance coincidió con un progresivo viraje de la
política de la URSS hacia una intervención activa. Se emprendió entonces el
establecimiento de relaciones diplomáticas con la República española y el
nombramiento del primer embajador soviético en Madrid, Marcel Rosenberg (antes
representante soviético en la Sociedad de Naciones), el 21 de agosto de 1936.
A finales de septiembre de 1936, partidos comunistas de
diferentes países recibieron instrucciones del Komintern y de Moscú para el
reclutamiento y organización de las Brigadas Internacionales, que entrarían en
combate durante el mes de noviembre. Mientras, el 28 de septiembre, el final de
las operaciones en torno al Alcázar de Toledo permitiría a las fuerzas dirigidas
por el general Varela orientar su esfuerzo hacia la Batalla de Madrid.
A lo largo del mes de octubre de 1936, la URSS envió
material en ayuda del nuevo gobierno de concentración frentepopulista presidido
por Largo Caballero, que incluía dos ministros comunistas, acción que el
embajador soviético en Londres, Iván Maisky, justificaría ante el Comité de No
Intervención el 23 de octubre de 1936, denunciando el previo sabotaje
italoalemán al mismo y reclamando la restitución del derecho a la República a
armarse. Cinco días más tarde, el 28 de octubre de 1936, zarparon de Cartagena
cuatro cargueros soviéticos conteniendo el oro evacuado el 14 de septiembre del
Banco de España.
Estas monedas trasladadas a la URSS tendrían actualmente un
valor mínimo bruto de 12.200 millones de euros (en términos del año 2010), por
su contenido metálico, y un valor numismático que pudo exceder de los 20.000
millones de euros.
Situación de las reservas y estatus del Banco de España
Pocos meses antes del inicio de la Guerra Civil la reserva
española de oro había sido registrada por las estadísticas internacionales en
mayo de 1936 como la cuarta más grande del mundo. Fue acumulada principalmente
durante la Primera Guerra Mundial, en la que España se mantuvo neutral. Gracias
a los estudios de la documentación del Banco de España (BDE), se conoce que
estas reservas se distribuían principalmente en la sede central de Madrid, las
delegaciones provinciales del BDE y otros depósitos menores en París, desde
1931, estando constituidas en su mayor parte por monedas, extranjeras y
españolas, mientras que la fracción de oro antiguo era menor al 0,01% e
insignificante la cantidad de oro en barras pues tan sólo había 64 lingotes.
La orden de traslado y sus motivaciones
El 13 de septiembre se firmó un decreto reservado del
Ministerio de Hacienda, emitido a iniciativa del nuevo ministro, Juan Negrín,
por el cual se autorizaba el traslado de las reservas metálicas del Banco de
España y se preveía una futura rendición de cuentas a las Cortes que nunca
llegó a producirse.
El decreto está firmado por el presidente de la República,
Manuel Azaña, el cual afirmaría posteriormente su desconocimiento sobre el
destino final de las reservas. Según justificó más tarde Largo Caballero, el
Presidente no fue informado hasta mucho después debido a su «estado emocional»
y el «carácter reservado de la operación»:
¿De esta decisión convenía dar cuenta a muchas personas? No.
Una indiscreción sería la piedra de escándalo internacional [...] Se decidió
que no lo supiera ni el Presidente de la República, el cual se hallaba entonces
en un estado espiritual verdaderamente lamentable, por consiguiente sólo lo
sabía el Presidente del Consejo de Ministros [el propio Largo], el Ministro de
Hacienda [Negrín] y el de Marina y Aire [Indalecio Prieto]. Pero los dos
primeros serían los únicos que se habían de entender con el Gobierno de Rusia.
Apropiación del oro y traslado a Cartagena
Menos de 24 horas después de la firma del decreto, la
madrugada del 14 de septiembre de 1936 entraron en el Banco fuerzas de
carabineros y milicias, enviadas por el ministerio de Hacienda de acuerdo con
los comités de la UGT y de la CNT en el mismo Banco. Dirigió la operación de
apropiación el entonces Director General del Tesoro y futuro ministro de
Hacienda en el gobierno de Negrín, Francisco Méndez Aspe. Le acompañaban el
capitán Julio López Masegosa, 50 ó 60 metalúrgicos y cerrajeros y un grupo de
empleados de banca pertenecientes al Sindicato de Madrid, cuyo presidente era
Amaro del Rosal, futuro director de la Caja General de Reparaciones. El cajero
principal, al ver que la reserva de oro iba a ser evacuada, se suicidó en su
despacho.
Obtenidas las llaves, se abrieron las cajas y cámaras donde
se custodiaban las reservas, y durante varios días los agentes del Gobierno
estuvieron extrayendo todo el oro allí depositado. El metal precioso se colocó
en cajas de madera de 30,5 x 48,2 x 17,7 cm, las utilizadas habitualmente para
el transporte de municiones, que no estaban numeradas ni acompañadas de
facturas que indicasen cantidad, peso o contraste del oro. Las cajas fueron
transportadas en camiones a la Estación del Mediodía, y desde allí a Cartagena,
donde de depositaron en los polvorines de La Algameca. Viñas considera la
elección de Cartagena lógica, ya que «se trataba de una gran base naval,
pertrechada y defendida adecuadamente, un tanto alejada del teatro de
operaciones y desde la cual cabía la posibilidad de, llegado el caso,
transportar por vía marítima las reservas a algún nuevo lugar».
El traslado por vía férrea hasta Cartagena fue protegido por
la «Brigada Motorizada» del PSOE como explica el testimonio de testigos del
hecho.51 A los pocos días de la extracción del oro del Banco de España, los
mismos funcionarios, utilizando idénticos procedimientos a los empleados con el
oro, recogieron la plata, por una cuantía total de 656.708.702,59 pesetas,que
fue vendida a los EE.UU. y a Francia entre junio de 1938 y julio de 1939 por
una cifra algo superior a 20 millones de dólares (una parte fue embargada por
las autoridades francesas).
Con la reserva de oro en lugar seguro, a cientos de
kilómetros del frente, parecía que se había cumplido el mandato del Decreto
Reservado del 13 de septiembre. Los nacionales, enterados del traslado del oro,
calificaron el hecho de «expolio» y protestaron internacionalmente. Viñas cree
que su destino final no estaba decidido todavía. «De hecho, inmediatamente
después de su llegada a Cartagena lo que se decidió fue, precisamente, aumentar
el volumen de los envíos que se remesaban a Francia». Sin embargo, el 15 de
octubre Negrín y Largo Caballero decidieron trasladar el oro de Cartagena a
Rusia.
El día 22 de octubre de 1936 se personó en Cartagena
Francisco Méndez Aspe, jefe del Tesoro y hombre de confianza de Negrín, que
ordenó la extracción nocturna de la mayoría de las cajas de oro, con un peso
aproximado de setenta y cinco kilos cada una, las cuales fueron transportadas
en camiones y cargadas en los buques Kine, Kursk, Neva y Volgoles.
El oro tardó tres noches en ser embarcado, y el 25 de
octubre los cuatro barcos se hicieron a la mar rumbo a Odesa, puerto soviético
del Mar Negro. Acompañaban a esta expedición, como personas de confianza,
cuatro claveros del Banco de España (un clavero era un custodio de las llaves
de las cajas fuertes del Banco): Arturo Candela, Abelardo Padín, José González
y José María Velasco. Cabe indicar, asimismo, que Orlov había reseñado 7.900 y
Méndez Aspe 7.800 cajas; el recibo final fue por 7.800,59 y no se sabe si fue un error o desaparecieron 100 cajas de oro.
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